lunes, 5 de marzo de 2012

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Infatigable tensión y frío. ¿Esto es intuitivo? ¿Cómo no desestructurarla? ¿Cómo no exteriorizarme? ¿Cómo olvidar el “alrededor”? ¿Cómo buscar y no buscar lo mismo? La transpiración hacen de su cuello el mejor lugar. “Vuelo imperceptible en verde violento”, como esbozo nocturno no sirve, no sé decir. Agüita celeste, muro celeste, hay pies que conocen el frío. “Yo hago madre”, nos reímos, es en broma. Decir-lo, decir lo simple de una vez. Mi estómago cruje en un crujir divertido; condición envolvente y apasionada la de verte. Los comienzos de año me son ajenos hasta adentrarme en ellos, hasta sentirme una uva en el vástago de días. Con los inviernos (son todos plurales, muchos) voy a romperme llorando de emoción, viéndote como la Patagonia encendida de lámparas que parecen ómnibus en terminales. Otra vez no puedo escribir horizontal, en un relato cordial y corrido. Me sobrepasan los hechos. ¿Ya es marzo? Si esto fuese una mudanza, no habría segundo sin que aparezcan los fantasmas, esos idiotas que ponen el énfasis en dejar ecos. A merced entonces y me voy corriendo con pavura y como todo lo que me descoloca se acerca a mí de una exagerada forma particular, a merced, pensaba, no es una buena acción. Hay un cruce de caminos constante, cosas que ya dijeron las canciones.
Las caracolas del atlántico en un ir y venir en vientos atenuantes de fríos polares o la irrupción de la nieve en lo tropical. El leiv motiv.

En la ventana, una ínfima parte de la bruma de madrugada embaraza y florece todo. El rostro petrificado es una suerte, es la sorpresa. Tengo la boca abierta, mi campana está visiblemente golpeada, tomé frío.

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