jueves, 23 de septiembre de 2010

Estoy rayado como una cebra
onda-vaga




Nena, nunca voy a ser un super-hombre
en la bahía de los perros donde mis no-perros
se pelean por tus huesos de muñeca.

Las manos, mi tema recurrente,
los dedos que del tacto hacen tacto
en mi 'hacer pensante'.



Mi mesa japonesa se partió. El vidrio estallado está en constante relación de peligro. Puedo cortarme, sin embargo, no me asusta. Sobre sí tiene más de veinte discos y dos o tres libros.

El Don Quijote, el más pesado en esa superficie, está justo donde comienza la rajadura.

Mi tan odiado diario íntimo, que olvidé fechado Miercoles 20 de no que me mes, es tan precario, tan amarillo, tan fuerte para mi que no puedo verlo sin abrir al azar y verme meses antes.

Todavía suena la música de su cajita, que es a cuerda. Me da sensación de vértigo tirarla, siento astillado mis pies de andar descalzo cerca.

La noche y los vidrios si tienen algo en común, ambos hienden en un circuito demasiado corto.

Por eso admiro a Charly. Yendo de la cama al living.

En tiempos diferentes, claro.

Yendo
de mi cama
al living.


No se qué o quién la rompió. No se si fui yo, ojalá haya sido yo.

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