domingo, 3 de octubre de 2010
Los chiniños del supermercado me miran la remera
de aviones cruzando el océano. Cantan
sus canciones mientras compro,
mis galletitas,
la yerba,
unas bebidas,
fideos;
me fijo el precio de los congelados y mis bolsillos no me dan la mano,
salgo.
Ya en casa pienso
en los chiniños del supermercado,
en sus largos ojos finos y no se por qué me inspiraron ternura
y un poema.
Pienso:
si se relacionan bien con los otros chicos del colegio, si van
a un privado o un público.
Pienso:
que quieren decir esas letras que no entiendo y ni la forma me sale.
Los chiniños del supermercado
viven entre góndolas que se vacían por el día y por la noche las llenan. Tal vez,
yo también les inspiré ternura, con mi cara, con mi falta de plata.
Más me hubiera gustado que hayan notado mi hambre y regalado un congelado.
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