martes, 6 de septiembre de 2011

PARÍS 2013

Descubrimiento de los los pies, descubrimiento de la lluvia,
infancia y más lluvia y tanta lluvia que espesó la arena de la playa,
inmovilizado de ojos abiertos más bien llorando de ojos abiertos llorosos.
La costa de todos colores y una mujer que me habla
desde páginas amarillas, mujer misteriosa al final de la novela.

La novela no termina, o sí termina y no me brinda demasiada
información y parece otra historia y no sé dónde buscar un final,
no sé dónde viven esos finales que leo en hojas blancas.
Las que leo después de llenarlas, después de tomar agua y
después de volver a llenar otra y lanzarme a las repeticiones de un soñador.

La esperanza es la construcción de lo no real me repetía
y pude discutirle desde el rincón que me encontraba que no era así,
que la esperanza es en todo momento una prestidigitación necesaria,
motivo movilizador, una sintaxis abierta a ser terminada.

Prólogo del momento que el viaje se convirtió en todo borroso
y atenuante de ideas mordidas, prólogo del crecimiento.
Vuelco un juego de pasiones terribles y escondites terribles.
Vuelve a ser Septiembre y vuelve a ser Diciembre y llega el quince
y me levanto y tomo leche y escribo y vuelve a ser treinta y uno
y brindo y me emborracho y escribo y miro al cielo como cuando niño
miraba al cielo.

Ojos de niño escondido entre las luces del treinta y uno.

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