domingo, 29 de agosto de 2010




De preludio atemporal, la culpa no asumida, la pérdida de dos llaves.

'así como estoy no puedo ir,
nadie me enseñó como sentir'

Y me meto en la cabeza, la hija de la lágrima.

Salvo dos pechos, con su cándido sabor agradable, nada es colorido.

Mitigar con remedios la residencia que se vuelve morada, violácea.

Soy
presa del canto-lenguaje en las noches de Buenos Aires,
enfrascado, escondido por pasillos del pasado.

'mi madre dice que espere
y el mercurio, no me da la razón'

La espero.

Sobre la arena de las plazas, de los juegos mojados, volverá diminuta, volverá como la parra florecida, pisada, bebida.

Queda, además de la demostración de su poder, mi incurable pensarla, vivo. Queda, como en el hospital un nacimiento, unos miembros extendidos, perfumados, prematuros.

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