Ya no sirve acumular cuerpos en el historial si ninguno, realmente, logra quitarme no el miedo sino la sensación de soledad. La que sube por mis piernas y me paraliza; como lo hace la humedad, como lo hace tu voz cuando dice que no.
El tren esta mañana me expulsó de sí, sin compasión, y canté (sobre todo canté) y pregunté: ¿Por qué, entre tanto, ella?
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