jueves, 27 de mayo de 2010

Pensemos en el mar y comparemoslo con la tristeza. Ambos son: únicos, estáticos, insólitos y uno mío; por suerte es uno, no podría cargar con los dos. Ya estuve acostado en un colchón-hundimiento del que me liberé sólo, a los tumbos. Dejarme roto despojado es peor que cargar con la tristeza. Porque en la tristeza hay una compañía, en la ruptura (ese quiebre rojo) hay un abismo, diseminación desde el medio del cuerpo, un dejarseatravezar tan hondo, tan hondo que ni el pez con la luz en la cabeza me alumbra. Y vaya suerte la de ese pez que en el profundo más oscuro se alumbra sin lamparitas y sin cables. Vaya suerte de vivír así.

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durmieron