jueves, 25 de agosto de 2011



Puede que en el fondo, se trate de no pedirle mucho a la vida
W. Allen.

[...]

Esta mañana es una mañana encendida por la última lectura de esa noche. Madrugada de ojos abiertos en las que me levanto y encallo por una idea y tiemblo de frío en el pecho
porque el timón se me mueve y se dirige hacia el centro

de las circunstancias que me volvieron poeta.


Qué respiro espasmódico este que descargo, qué letras en las manos y qué olvidos los de mi lengua. Si por cada intento de llegar al fondo de mis actos tengo un mundo al lado que me arrastra a los brazos de la nostalgia y lloro por recuperar los años que se me fueron sin versificarlos.

Veo niños leyendo dentro mío, me veo a mí y a mis hermanos adentro mío,
leyendo poesía y escribiendo una gran historia,
que probablemente al querer consumar la relación del trazo con el papel,
se escape, me huya.


Crecer con la propuesta de leerme con los años.
Figurarme, desfigurarme. Escribirme, creerme, descreerme.

Corregirme.


Tengo un instante fugaz de ideas todas juntas de las que tomo una y la
estallo, tengo una inquietud y un ardor en los ojos y un olor a tinta que me ahoga.

Temo no tener memoria, yo siempre escribo.

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