martes, 30 de agosto de 2011



Se me ha pegado el olvido en mis omóplatos e hizo fuerza. Se me ha pegado la fuerza del olvido sobre rostros, calles y edades.

La mujer de los márgenes oscuros me durmió con su sonido de roca contra olas.
Me he marchado por el muelle y me dejé pescar. Tuve temor de la espuma, tuve un sopor insoportable.
No quería más sustituciones, quería renovaciones y no paraba de llover.
Ya cayeron los últimos caramelos de la piñata; tengo días por vivir en un salón lleno de peces que aplauden mi carencia en el acuario.

Estoy enfermo de gotas convervadas en la boca, de escaleras escritas, de tu nombre en la semana de los nombres.

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